Los buenos lectores establecen vínculos muy cercanos, y permanentes, con sus libros; no solamente los leen sino que conversan con ellos, escriben sobre sus márgenes o subrayan las líneas que resultan de su particular interés; los que no acostumbran esto -para no contaminar una segunda lectura con lo que se entendió en la primera-, plasman sus respectivas reflexiones en libretas que atesoran con celo. Un buen lector hace referencia a sus libros con orgullo, como cuando un padre exalta las virtudes de los hijos propios. También suelen buscar al autor, asisten a sus presentaciones personales y si no establecen amistad con él, se conforman con obtener una firma y una dedicatoria, lo cual incrementa el valor sentimental de cualquier ejemplar. Los buenos escritores son aún mejores lectores, citemos como ejemplo a Augusto Monterroso. La investigadora An Van Hecke, conocedora profunda de la obra de nuestro escritor guatemalteco, tuvo la oportunidad de revisar la que fue su b...
Blog de Héctor González Aguilar