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Mostrando entradas de 2020

EL VUELO DE LA MOSCA

    Vosotras, las familiares…   Debo confesar que no acostumbro pensar en las moscas, estoy tan habituado a ellas como lo estoy de mi nariz, de la que tampoco suelo preocuparme. Cierto, hay ocasiones en que alguna de las primeras ronda a la segunda y es cuando me ocupo de ambas aunque sea por un instante. Al no tener en mis pensamientos a estos insignificantes y molestos insectos, nada puedo decir sobre ellos. Y si acaso lo hiciera ninguna novedad aportaría, acabo de descubrir que muchos escritores –tantos que no tiene sentido contarlos- les han dedicado desde un verso hasta un libro completo. La huella de la mosca se encuentra en textos de cualquier época; Homero resalta dos de sus características: su volátil audacia y su obstinación en molestar al hombre; detrás de Luciano de Samósata, que en los inicios del cristianismo escribió un encomio a la mosca –inevitablemente humorístico-, viene una larga secuela de textos alusivos; resulta significativo que, en Les mouches , obra

GEORGES BRASSENS, CANTAUTOR UNIVERSAL

Una casa parisina de subastas llevó a cabo la venta de veintidós manuscritos originales del cantautor francés Georges Brassens, fallecido hace cuarenta años. Entre los compradores destacados estuvieron la Biblioteca Nacional de Francia y los Archivos Municipales de la ciudad de Sete. La recaudación no estuvo nada mal, casi alcanzó los cuatrocientos mil euros. El manuscrito “Súplica para ser enterrado en Sete” fue el que alcanzó el valor más alto en la subasta, se vendió al precio de 54 mil euros.  Con excepción de alguna capilla intelectual que seguramente lo tiene en su nicho principal, Brassens es un desconocido para los mexicanos; esto, a pesar de que su obra ha recorrido el mundo y que ha sido traducida a varios idiomas, incluido el español, por supuesto.  Georges Brassens, actualmente un símbolo de la chanson francaise, nació en Sete, población del Mediterráneo francés, en el año de 1921, misma ciudad en la que nació Paul Valery. De origen humilde, sus estudios fueron básicos, con

El libro que Cervantes dedicó a Monterroso

    Los buenos lectores establecen vínculos muy cercanos, y permanentes, con sus libros; no solamente los leen sino que conversan con ellos, escriben sobre sus márgenes o subrayan las líneas que resultan de su particular interés; los que no acostumbran esto -para no contaminar una segunda lectura con lo que se entendió en la primera-, plasman sus respectivas reflexiones en libretas que atesoran con celo. Un buen lector hace referencia a sus libros con orgullo, como cuando un padre exalta las virtudes de los hijos propios. También suelen buscar al autor, asisten a sus presentaciones personales y si no establecen amistad con él, se conforman con obtener una firma y una dedicatoria, lo cual incrementa el valor sentimental de cualquier ejemplar. Los buenos escritores son aún mejores lectores, citemos como ejemplo a Augusto Monterroso. La investigadora An Van Hecke, conocedora profunda de la obra de nuestro escritor guatemalteco, tuvo la oportunidad de revisar la que fue su biblioteca