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LOS SILENCIOS DE JUAN RULFO

  Juan Nepomuceno Pérez Vizcaíno quiso pasar por la vida como un desconocido; lo estaba logrando como burócrata, pero su genio lo empujó a escribir, ahora el mundo entero lo recuerda con el imperecedero nombre de Juan Rulfo.   El 30 de junio de 1945, en el número cuarenta de la Revista América, se publicó un cuento titulado “La vida no es muy seria en sus cosas”. Animado por el escritor Efrén Hernández, un tímido y retraído Juan Nepomuceno Pérez Vizcaíno, burócrata de la Secretaría de Gobernación, jalisciense de origen, hacia su modesta aparición en las letras mexicanas. Poco después, en Guadalajara, en una revista que hacían Juan José Arreola y Antonio Alatorre, el escritor en ciernes publicó otros cuentos. Pasando la mitad del siglo, los cuentos publicados, excepto el primero, pasaron a formar un volumen titulado El llano en llamas . Y dos años más tarde aparecía la novela Pedro Páramo . Para entonces, Juan Nepomuceno Pérez Vizcaíno había rescatado un apellido de sus antepasa
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Rosario Castellanos, mujer de ideas

  Poeta, narradora, ensayista, académica, diplomática, Rosario Castellanos fue ante todo una mujer comprometida con su época y una de las más distinguidas feministas que han surgido en México. Rosario Castellanos nació el 25 de mayo de 1925 en la ciudad de México, su infancia y su adolescencia las pasó en Comitán, lugar al que sus padres, chiapanecos, retornaron cuando ella era una recién nacida; su contacto con las etnias del estado de Chiapas marcaría de manera definitiva los temas de su futura obra literaria. A los dieciséis años regresa a la capital del país para continuar estudiando, ingresa a la UNAM y obtiene el grado de maestra en Filosofía con la tesis De cultura femenina. Obtiene una beca para tomar cursos de Estética y Estilística en Madrid bajo la tutela de Dámaso Alonso. En 1952 retorna a México, se instala en Chiapas para laborar en instituciones que atienden a las diversas etnias de la región. Lectora precoz, desde su infancia deseaba ser escritora, incursionó prim

EL VUELO DE LA MOSCA

    Vosotras, las familiares…   Debo confesar que no acostumbro pensar en las moscas, estoy tan habituado a ellas como lo estoy de mi nariz, de la que tampoco suelo preocuparme. Cierto, hay ocasiones en que alguna de las primeras ronda a la segunda y es cuando me ocupo de ambas aunque sea por un instante. Al no tener en mis pensamientos a estos insignificantes y molestos insectos, nada puedo decir sobre ellos. Y si acaso lo hiciera ninguna novedad aportaría, acabo de descubrir que muchos escritores –tantos que no tiene sentido contarlos- les han dedicado desde un verso hasta un libro completo. La huella de la mosca se encuentra en textos de cualquier época; Homero resalta dos de sus características: su volátil audacia y su obstinación en molestar al hombre; detrás de Luciano de Samósata, que en los inicios del cristianismo escribió un encomio a la mosca –inevitablemente humorístico-, viene una larga secuela de textos alusivos; resulta significativo que, en Les mouches , obra

GEORGES BRASSENS, CANTAUTOR UNIVERSAL

Una casa parisina de subastas llevó a cabo la venta de veintidós manuscritos originales del cantautor francés Georges Brassens, fallecido hace cuarenta años. Entre los compradores destacados estuvieron la Biblioteca Nacional de Francia y los Archivos Municipales de la ciudad de Sete. La recaudación no estuvo nada mal, casi alcanzó los cuatrocientos mil euros. El manuscrito “Súplica para ser enterrado en Sete” fue el que alcanzó el valor más alto en la subasta, se vendió al precio de 54 mil euros.  Con excepción de alguna capilla intelectual que seguramente lo tiene en su nicho principal, Brassens es un desconocido para los mexicanos; esto, a pesar de que su obra ha recorrido el mundo y que ha sido traducida a varios idiomas, incluido el español, por supuesto.  Georges Brassens, actualmente un símbolo de la chanson francaise, nació en Sete, población del Mediterráneo francés, en el año de 1921, misma ciudad en la que nació Paul Valery. De origen humilde, sus estudios fueron básicos, con

El libro que Cervantes dedicó a Monterroso

    Los buenos lectores establecen vínculos muy cercanos, y permanentes, con sus libros; no solamente los leen sino que conversan con ellos, escriben sobre sus márgenes o subrayan las líneas que resultan de su particular interés; los que no acostumbran esto -para no contaminar una segunda lectura con lo que se entendió en la primera-, plasman sus respectivas reflexiones en libretas que atesoran con celo. Un buen lector hace referencia a sus libros con orgullo, como cuando un padre exalta las virtudes de los hijos propios. También suelen buscar al autor, asisten a sus presentaciones personales y si no establecen amistad con él, se conforman con obtener una firma y una dedicatoria, lo cual incrementa el valor sentimental de cualquier ejemplar. Los buenos escritores son aún mejores lectores, citemos como ejemplo a Augusto Monterroso. La investigadora An Van Hecke, conocedora profunda de la obra de nuestro escritor guatemalteco, tuvo la oportunidad de revisar la que fue su biblioteca

De serpientes bicéfalas

Aunque existen, no es común encontrar en la naturaleza seres de dos cabezas, pero resulta muy extraño que haya animales que tengan una cabeza adicional justo en el lugar en donde debería estar la cola. Es el caso de ciertas serpientes mencionadas en antiguos relatos, como la anfisbena o la serpiente bicéfala azteca.             La mítica anfisbena es, con mucho, la más conocida; su nombre, de raíces grecolatinas, significa "que va en dos direcciones". Se sabe que la anfisbena tuvo su origen cuando Perseo cruzó volando los desiertos de Libia con la cabeza de Medusa en la mano, la sangre de la gorgona que cayó en las arenas dio vida al ofidio.             Es necesario acudir al Manual de zoología fantástica , de Jorge Luis Borges y Margarita Guerrero, quienes a su vez citan autores clásicos que mencionaron con anterioridad a la anfisbena: Lucano, en la Farsalia , Plinio el viejo, en su Historia natural y Brunetto Latini, en El tesoro.                 Lucano refiere qu

Los estereogramas

Con excepción de las cosas útiles y funcionales, que no son tantas aunque nos hagan pensar lo contrario, lo demás es vanidad, lujo o menos que eso. Por otro lado, desde un punto de vista más artístico que pragmático, que una cosa o un objeto sirvan o no es una discusión prescindible. Tal vez esto último sea el caso de los estereogramas. Los más curiosos acudirán al diccionario para conocer el significado del término. Inútil aspiración, la palabra "estereograma" no está registrada en el diccionario de la Real Academia Española. Contentémonos suponiendo que es un neologismo, un fruto surgido, como ha ocurrido en otros casos parecidos, del casamiento de dos palabras adultas y prolíferas. En tanto los sabios de la lengua desanudan el misterio del origen y significado del término, podemos elucubrar si el vocablo pertenece al sector de las telecomunicaciones, al de la ciencia médica o, a lo peor, al sector de la floreciente, atractiva e industriosa rama que nutre —y que se